Época: Hispania republicana
Inicio: Año 237 A. C.
Fin: Año 30 D.C.

Antecedente:
La sociedad en la Hispania republicana



Comentario

Una presencia continua de romanos y latinos era la constituida por las tropas militares. En las fases iniciales de la conquista, aunque las cifras globales fueran semejantes, sus componentes se cambiaban cada pocos años en que se licenciaban unas legiones y eran reclutadas otras nuevas. Aun así, algunos de esos romanos o latinos contribuyeron a la procreación de hijos con estatuto indefinido y rechazados por las comunidades locales: la fundación de Carteya en el 171 a. C. para asentar a hijos de hispanas y de romano-itálicos con la consiguiente concesión de la ciudadanía latina es un testimonio evidente. Y nada permite suponer que no siguieran naciendo hijos de estas uniones que no contaban con un reconocimiento legal.
Pero, ya desde los comienzos, la participación en el ejército romano fue un medio de que los hispanos accedieran a la ciudadanía romana o latina. El testimonio más antiguo procede de la época de la II Guerra Púnica. Algunas tropas hispanas al servicio de Aníbal en Italia, cuando vieron que los romanos habían expulsado a los cartagineses de la Península Ibérica, optaron por cambiar de bando. El caso del hispano Mérico ha sido bien estudiado por García y Bellido. Mérico, con sus tropas, entregó la ciudad de Naxos a los romanos. En recompensa, Mérico recibió diversos honores, la ciudadanía romana y quinientas yugadas de tierra. Poco después, el Senado decretó que los hispanos que luchaban a las órdenes de Mérico recibieran para habitar la ciudad de Murgentia (Sicilia) con todo su territorio, del que 400 yugadas correspondían a Belígeno, el hispano que había hecho de intermediario entre Mérico y el comandante del ejército romano (Livio, 26, 30-31). Por otra parte, a partir del año 90 a.C., en virtud de la lex de civitate, los generales romanos tenían la capacidad de conceder la ciudadanía romana por méritos de guerra. Y ya dijimos antes que, al menos, un grupo de hispanos del valle medio del Ebro se benefició de tal medida como cuenta el bronce de Ascoli del año 89 a.C. (Dessau, 8.888). Cicerón resaltaba cómo Quinto Metelo Pio había concedido la ciudadanía romana a muchos (Pro Archia poeta, 26). Y, por otro pasaje del mismo Cicerón, queda constancia de que el mismo Metelo concedió la ciudadanía al saguntino Fabio, perteneciente a una ilustre familia de su ciudad (Pro Balbo, 50). Y concesiones semejantes a miembros de las oligarquías locales debieron ser frecuentes en la fase final de la República.

El volumen de tropas romanas enviadas a Hispania fue muy numeroso. Sólo para los años 197-169 a.C., según el cómputo realizado por Marín, llegaron 251.400 soldados; de ellos, 85.550 eran ciudadanos romanos y 165.850 eran aliados en su mayor parte latinos. Las malas condiciones económicas de Italia para amplias masas de campesinos permiten suponer que muchos de esos soldados no volvieron a Italia al ser licenciados. Y si nos situamos en el momento de las guerras entre cesarianos y pompeyanos, baste tener presente para comprender la incidencia del ejército que, en el año 49 a.C., había 7 legiones pompeyanas y 6 cesarianas, es decir, no menos de 80.000 hombres.

Ahora bien, hasta la fase final de la República no fueron muy numerosas las concesiones de ciudadanía romana o latina a los hispanos. Baste recordar que la creación de colonias latinas estuvo vinculada ante todo al asentamiento de italo-romanos, llegados como componentes del ejército o por otras vías. Contamos con revisiones recientes de la documentación, como la realizada por Marín, que nos aportan muchas precisiones al respecto.